"Querida, nunca entendí para qué servían los castillos... hasta que nos volvimos todos tan demócratas".

domingo, 14 de marzo de 2010

HOLA, ROSE. ADIÓS, MRS. SPONGE




Louella Parsons dijo...
My dear SANS-FOY, estoy arrebatada con mi nueva doncella Rose Downstairs.
Es un eficaz mirlo blanco que me recomendó lady Cadbury durante la subasta para el orfanato de Saint-Paul.

Me cautivó enseguida la expresión de bondad en su rostro y el tono dulce de su voz. Su forma de hablar no es precipitada lo cual demuestra que carece de ese incómodo temor reverencial que muestran algunos sirvientes hacia sus señores y que les vuelve torpes e inútiles.

Tiene mi Rose, además, ese gusto natural con el que nacen algunas personas que, sin recibir educación alguna, saben combinar exquisitamente unas flores en un jarrón o colocar unos emparedados en una fuente.

Querido, es tan cansado pensar todo el día qué tenue debería ponerme o si convendría tomar el té en el saloncito azul o en el invernadero…
Me temo que Rose, conociendo mi propensión a buscar en quién confiar, dada la inutilidad de mamá para todos los aspectos de la vida, salvo para el cuidado de sus rododendros, me temo, como te decía, que Rose Downstairs terminará decidiendo por mi no sólo en el burdo quehacer diario sino en los aspectos decisivos de mi vida.

11:58 AM

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Monsieur de Sans-Foy dijo...
LOU, darling:

Ese pícaro Bentley que heredé del tío Aurelius consideró ayer tarde que el viaje entre Plumcake Castle y Londres era ignominiosamente largo, así que tuve que hacer escala en Parsons Manor.

Lamentablemente, McGrog me informó de que Rainer y la pandilla te habían llevado a remar al Cam. Algo imprudente, en esta época del año: las aguas están atestadas de ramas hundidas y turistas norteamericanos, cosas ambas muy desagradables para una jornada campestre.

Sabes que nunca he sido muy deportista.
En mi época de Cambridge, la vulgaridad se había adueñado ya de nuestros sportsmen.
En tiempos del abuelo Cornelius, no había caballero que no formase parte de algún equipo de remo. Pero a nadie se le habría ocurrido pedirle a un baronet que remase.
Es cierto que un four que llevase tres aristócratas a bordo (cosa infrecuente, pero no imposible) debía de hacerse fatigoso para algún saludable y sencillo muchacho sine nobilitate, que no podría conducir aquello demasiado deprisa...
Pero ¿quién habría osado adelantar a un bote en el que viajaba el Duque de Kent?
Ah, querida... En los buenos y viejos tiempos del abuelo Cornelius, la gente sabía mantenerse en su sitio.

Sí que me pareció ver una doncella nueva...

¿Has jubilado por fin a esa vieja arpía de Mrs. Sponge? Eso provocará un sorprendente superavit en las reservas de Jerez de Parsons Manor, querida. Procuraré visitaros más a menudo.

12:07 PM


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Ebenezer McGrog dijo...
Rose, veo en tus palabras un asomo de ironía. Como podrás suponer, el sentido de la decencia y la recia arquitectura de las gentes de mi clan son incompatibles con esa clase de amanerados artefactos. El Power Maxx es absolutamente innecesario si uno se dedica a cortar troncos con moderada constancia en sus ratos libres. Por otra parte, los McGrog somos de natural bastante pilosos –casi tanto los hombres como las mujeres-y jamás se nos pasaría por la imaginación la absurda idea de rasurarnos como bayaderas. Si eres capaz de guardar un secreto, te confesaré que fue Sir Archibald Stewart-Litton quien me pidió esos instrumentos indecentes para obsequiarlos a Leslie Gay-Lussac, su nuevo pupilo (no me obligues a entrar en más detalles).

12:35 PM

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