"Querida, nunca entendí para qué servían los castillos... hasta que nos volvimos todos tan demócratas".

domingo, 21 de marzo de 2010

¡HORROR! ¡LOS FORRESTER!




Louella Parsons dijo...
MONSIEUR (3:34)

LOU, dear.

No quisiera alarmarte, pero en Parsons Manor ocurren cosas bastante raras.....

--


Mi querido SANS-FOY, confundir el sonido de la gaita escocesa de mi leal Mcgrog con los aullidos de una fiera encerrada me confirma que tu sensibilidad musical se acerca a la de las chillonas ocas de la granja de Irving, ya sabes, ésas que gritan sin parar cuando replican las campanas de la iglesia.

Te comunico que he despedido a la odiosa Mrs Sponge.
Te lo contaré con detalle pero te adelanto que su olor a ginebra era ya imposible de disimular.
Hasta su cofia, lavada y almidonada con esmero quedó impregnada de esos efluvios rancios que posee el alcohol viejo.


Mamá se niega a aceptar semejante decisión porque Mrs Sponge prepara el maravillosamente el meat pie y el impresionante black bun, ese típico postre escocés que a mamá tanto le gusta y que ésta siempre creyó que Mrs Sponge se lo preparaba como muestra de agradecimiento y lealtad a su señora .

Mamá nunca podría llegar a imaginar que Mrs Sponge preparaba el dichoso black bun para Mcgrog, su eterno e imposible amor.
Sí, si, querido, como te lo cuento.
Mrs Sponge siempre estuvo enamorada del fiel Mcgrog. Le entregó día a día y silenciosamente su corazón a base de pasteles, panecillos y exquisitos tés que nadie sabe dónde conseguía nuestra doncella. Pero todo fue inútil, querido.

Mrs Sponge nunca logró conmover el corazón de nuestro flemático mayordomo.
La pobre quiso ahogar su amargura en la Plymouth Gin que robaba a papá y se aficionó demasiado.
Pero creo honestamente, querido, que su destrucción total llegó el día en que apareció una luminosa y dulce criatura llamada Rose Dowstairs.
Todos, incluso la pobre Mrs Sponge que salió a recibir a la nueva doncella, advertimos asombrados cómo el marmóreo rostro de Mcgrog se empezó a resquebrajar de lado a lado adquiriendo un tono rojizo del que el mayordomo no pudo escapar ni respirando hondamente intentando recomponer su estoica y habitual compostura.

11:01 AM
__________

Monsieur de Sans-Foy dijo...
Lou, querida:

Perry Lacoste, nuestro hombre en el Foreigh Office me avisó de que los Forrester han desembarcado de nuevo en nuestra pequeña isla.
¡Fred y Endora Forrester, querida!
Tus sedicentes primitos yankees, retornan de nuevo para darse un infructuoso baño de civilización a costa de vuestra salud mental.
Perdona que no me incluya, my dear, pero esta vez, la presencia de los Forrester en Parsons Manor coincide con el Torneo Anual de Apareamiento de Gansos en Pudding Point, Tipperary.
Wilbur Porridge, mi valet, natural de tan distinguido enclave de la geografía irlandesa, es copropietario de Barrabás, uno de los gansos favoritos de este año.
Te ahorraré los detalles técnicos del evento, pero Porridge sentiría agraviada su devoción feudal por mi persona si no asisto al momento cumbre de su vida social.
Tampoco te negaré que hay quinientas guineas en juego, sin contar las apuestas ilegales.
(Estos malditos separatistas irlandeses saben hacer las cosas a lo grande)

Espero que la estancia de los Forrester en tus dominios resulte tan breve como una sonrisa en la cara del Duque de Edimburgo.
Si aceptas una sugerencia, cuando los canturreos nasales de Fred Forester te hayan llevado al límite de tus fuerzas, pídele a McGrog que se lo lleve a confraternizar con los nativos en “Las Armas del Rey Jorge”.
Unos tragos del destilado local pondrán su voz en “off” durante una semana.

En el caso de Endora… nada como unas clases de equitación: ponle delante a Bucéfalo con una silla de amazona.
Si es tan estúpida de no reconocer a un asesino cuando lo tiene delante, dará un paseo verdaderamente inolvidable.
¡Es la guerra, querida!
Te dejo. Tengo que memorizar un montón de expresiones soeces en gaélico para el concurso.
Bye, bye, darling!

1:29 PM
__________

Ebenezer McGrog dijo...
Rose, he decidido aprovechar los escasos momento de respiro que nos concede la frenética actividad social de Milady para mejorar tu instrucción y ponerte al día en algunos asuntos que atañen a la historia de la familia.

Quizás te hayas preguntado por qué Bucéfalo relincha de alegría cuando me ve e incluso permite que me acerque a menos de treinta pasos sin morderme. El relato es antiguo, se remonta a la entrada de los McGrog al servicio de esta casa. Situémonos en la funesta jornada de Culloden, allá por 1746: mi antepasado Wallace McGrog era sargento mayor en el ejército de Bonnie Prince Charlie –Dios guarde su memoria-, y Lord Parsons mandaba un regimiento de dragones en las fuerzas de Su Graciosa Majestad. Quiso la suerte que, apenas iniciada la batalla, Wallace observara como Lord Parsons era en primer lugar descabalgado y, después, repetidamente coceado por Alaricus, su propio caballo (ascendiente directo de Bucéfalo, lo habrás adivinado ya). En un gesto de discutible eficacia militar pero magnífico fair play, Wallace, que tenía mucha mano para las bestias, ofreció un manojo de cebolletas a Alaricus, logrando así aplacar su ira antes de que el escaño de Lord Parsons quedase definitivamente vacante.

El caso es que ni el Lord ni su corcel olvidaron el detalle: al final del día, rotas las filas jacobitas, Alaricus descubrió a Wallace, quien yacía malherido bajo una pila de enemigos, y comenzó a darle lametones. Lord Parsons, conmovido, se dirigió al valeroso highlander diciéndole: - Me gusta su estilo, joven, voy a hacerle una oferta que no podrá rechazar-, a lo cual Wallace, hombre práctico a fin de cuentas, contestó: - Se lo agradezco, Excelencia, pero preferiría discutir los detalles una vez me extraigan estas lanzas del abdomen-.
Y así comenzó todo, Rose: nunca dejará de sorprenderme cómo interviene el juego del azar en nuestro destino .

2:08 PM
__________

Monsieur de Sans-Foy dijo...
Lou, querida:

Las efusiones que atribuyes a McGrog no armonizan en absoluto con mi propia percepción del fenómeno.
Durante mi estancia en el Nilo, vi cocodrilos sesteando al sol cuyo rostro era mucho más expresivo que el de Ebenezer McGrog.

Como dijo una vez el propio Fred Forrester:
"Vaya careto el de ese McGrog... Se diría que acaba de bajar del Monte Rushmore"

Ese sorprendente tono rojizo de su faz procedía, con toda probabilidad, de esa petaca de plata a la que acude con sabia moderación.

2:45 PM

No hay comentarios: