"Querida, nunca entendí para qué servían los castillos... hasta que nos volvimos todos tan demócratas".

sábado, 27 de marzo de 2010

ZAPATOS


(El animoso y hasta ahora desconocido semblante de
Monsieur de Sans-Foy)

Rose Downstairs dijo...
Realmente los zapatos del apolíneo Monsieur de Sans-Foy siempre me han llamado la atención, Mr. McGrog.¡Cómo se nota que es un hombre que se viste por los piés! No me negará que es uno de los caballeros mejor calzados de todo el imperio. Nada que ver con el resto de los que pisan por Parsons Manor. Como le digo, los zapatos de Monsieur son de ensueño. Españoles, me da la sensación. Es que los españoles tienen una gracia especial para el calzado. No me extrañaría que el exigente Monsieur se los hiciera traer de algún exclusivo maestro zapatero hispano. Confeccionados a medida, por eso le quedan como un guante. Y los botines…¡esos botines, Mr McGrog, de tafilete xtra-slim que dejan entrever todas y cada una de las voluptuosas curvas del delicado, pero robusto, tobillo! En fin, vamos a dejar el tema que empiezo a sentir algún que otro sofoco, y no es cuestión de tener una repentina indisposición con todo el ajetreo intrínseco a un loco week-end de Parsons Manor en Parsonville…
11:57 AM
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Si quieres saber mi opinión sobre los zapatos de Monsieur, Rose, te diré que no parecen muy mal confeccionados, siempre que uno tenga en cuenta su procedencia y no caiga en el error suicida de compararlos con la calidad excelsa de nuestros productos. Al margen de ello, estimo que la única noticia interesante que ha producido España en su historia reciente es la de haber servido como escenario a varias victorias del Duque de Wellington.
12:14 PM
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Lou, querida:
Mientras Porridge y yo escapábamos subrepticiamente de Parsons Manor, me pareció ver a Fred Forrester paseando por la rosaleda EN SANDALIAS.
¿Preparáis algún tipo de representación bíblica para el weekend?
No me lo cuentes. Creo que pensar en los Forrester es letal para tu jaqueca.
Ciao, my dear. Desfallezco de hambre, (pero no puedo presentarme en el Club a estas horas sin mis zapatos amarillos).
12:15 PM
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¡Diantres!
El último tren de la mañana ya habrá pasado por Parsonsville.
Si McGrog no me envía en él los zapatos, tendré que ir al Club con los botines de charol... y para eso, tendré que vestir de etiqueta... y eso no puedo hacerlo antes de las siete de la tarde...
¡Qué hambre, Dios Santo!
(Si no llegan en ese maldito tren, creo que empezaré a mordisquear la tapicería del sofá).
12:35 PM
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Oh, por supuesto que no hay como los productos británicos, Mr. McGrog. Pero no me diga ud. que la cultura mediterránea no ha producido hallazgos memorables. Fíjese en esos alocados italianos que convirtieron las vulgares alcachofas en el delicioso Cynar, que tanto gusta con ginebra y angostura a Lady Raspa. Por cierto, ¿queda Cynar en la bodega, Mr. McGrog? No me gustaría tener que volver a rellenar la botella con aquella asquerosa mezcla de Cerol y Pernod ante una inesperada visita de la insoportable anciana.
12:37 PM
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Rose, creo que te confundes con la Black Mirinda. Según el libro registro de la bodega, la última botella de Cynar consumida en esta casa sirvió para celebrar el octogésimo cumpleaños de la Reina Victoria, y Lady Raspa todavía era menor de edad.
1:59 PM
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Lou, querida, ¡no vas a creértelo!
Esta semana, le monde elegant no se ocupará de otra cosa que de este humilde gusano.
Con un hambre de lobo y harto de esperar el regreso de los zapatos pródigos, me eché escaleras arriba y aporreé la puerta de mi vecino, que no es otro que ese diablo de Archibald Stinging-Nettle.

-Archie, tú eres de mi talla. NECESITO unos zapatos. Los que sean.

Apareció de inmediato con unos zapatos de un tafilete que él llamo rouge passion. Cuando me los probé, Archie palmoteaba y daba saltitos como un marsupial en celo. Escapé escaleras abajo mientras él corría en busca de un smoking morado que me iba a quedar divino-divino.

Al llegar al Club, mis jugos gástricos entonaban el Miserere de Allegri a nueve voces, así que no presté demasiada atención a la concurrencia. Pero, apenas entré en el salón del bouffet, me sentí placado por una batería de miradas tan densa como una alfombra turca. Allí estaba yo, aturdido en medio del silencio general, cuando el mismísimo Lord Mountbatten, calándose el monóculo, se acercó y me dijo:

-Sans-Foy, muchacho, ¡qué zapatos tan fantásticos! ¿Te importa si te mando a mi zapatero para que los copie?.

Fue el acabose.
Todos admiraron mis malditos zapatos. Hasta ese orangután de Cornelius Sweaty-Paddle quiere hacerse unos iguales, (aunque será necesario despellejar y teñir de rojo un hipopótamo entero para calzar tan mastodónticos pies).
Sólo caminando muy despacio y sin hacer movimientos bruscos, conseguí que me dejaran acercarme al bouffet, donde pude atacar muy satisfactoriamente varias bandejas de oeufs Richelieu, riñones al Jerez y lengua en salsa. Eso sí: de pie siempre y vuelto hacia la concurrencia, pues los muchachos seguían rodeando mis zapatos como musulmanes procesionando en la Kaaba.

2:49 PM
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(Wilbur Fineas McCaulin Porridge)

Wilbur Porridge dijo...
Querida Rose
Como sabrás, un año más había obtenido licencia del señor para acudir al Torneo Anual de Apareamiento de Gansos en Pudding Point, en Tipperary, que, como cada año, pensaba aprovechar para acudir a la celebración de la fiesta de la primavera en la destilería clandestina de mi buen amigo Seamus. Es este, como sabes, uno de los acontecimientos más relevantes de la comarca donde tuve la dicha de nacer, de modo que, a pesar de la clandestinidad del establecimiento de Seamus, del secreto con que se maneja la fecha de la celebración, y de que Seamus emplea en la elaboración de sus bebidas ingredientes que algunos consideran incompatibles con la salud humana, todos los años reúne, no sólo a todos sus inmediatos vecinos, sino también al magistrado y al sheriff. Es por eso que se trata de una jornada de alegre confraternización, al menos hasta que los brebajes de Seamus comienzan a producir sus efectos.
El caso es que, a última hora, el señor manifestó unos extemporáneos deseos de acompañarme a la fiesta del apareamiento de gansos. Es ésta, debo reconocerlo, una actividad que, aún reconociendo la nobleza de los esfuerzos de la aves por perpetuar su especie, no despierta en mi el menor interés. Comprenderás, pues, la turbación que experimenté, pues yo había asegurado al señor que mi ganso Barrabás (sólo a ti puedo confesar que tal animal no existe) era uno de los que más admiración provocaba entre las aves del bello sexo, si es que tal expresión puede aplicarse a los gansos. Resumiendo: acudí a Eddington, compre un ave que reunía lo que consideré unas características idóneas para ser un ganso, y acudí con el espécimen y el señor a Tipperary. Allí pude comprobar que nuestro campeón presentaba notables diferencias con el resto de los participantes, y quizás esto explique el escaso éxito que obtuvo en la competición. Afortunadamente el señor, ocupado en la contemplación de las generosas formas de la hija del posadero, no pareció advertir el triste papel desempeñado por Barrabás.
Más tarde te comentaré el desagradable incidente ocurrido con el automóvil del señor, cuya destreza al volante es equiparable a la destreza amatoria de mi candidato.
3:44 PM
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Mon dieu, SANS-FOY!!,
¿En qué lío has metido al Bentley esta vez?¿Cómo se te ocurre enfrentarte a las Hereford de Irving?
Papá siempre dice que un Bentley es una de las necesidades básicas de la vida pero que sólo debe ser conducido por aristócratas nacidos en el condado de Mornington¿Es quizás tu caso, querido?
Cuídate de tus contusiones y ordenaré que te sea enviada una cesta con crudités variadas y la confiture de cerises noires que tanto te gusta. Pero prométeme que te comportarás como una persona mayor de ahora en adelante, querido.
Tus zapatos salieron temprano esta mañana en el tren. Como siempre, Mcgrog camina veinte pasos por delante de nuestros deseos. Confío en que sabrás agradecérselo cuando visites Parsons Manor.
Querido, sólo he visto calzar zapatos rojos a nuestro entrañable Archibald Stinging-Nettle y a los saltimbanquis. ¿Estás seguro de que te admiraban en el club?Posiblemente, cher ami, después de tanto años entre nosotros, aún no comprendes bien el humor británico.
7:33 PM
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LOU, my dear.
Desafortunadamente, mis viejos y accidentados zapatos llegaron tarde. Era de esperar: McGrog jamás se hubiera permitido enviarlos sin un lustrado a espejo.
¡Qué hombre, este!
¡Un mayordomo entre mil!
Me contaron que, durante la guerra, cuando su Compañía atacó valerosamente el puesto de mando de Von Kartofenstein, McGrog avanzaba derribando oficiales enemigos con un palo de cricket, mientras decía:

-Perdón, señor... Con su permiso, señor...

Decididamente es un tesoro. Mi Porridge es otra cosa, pero no sabría vivir sin él.
En cuanto a los zapatos rojos, juzgarás tú misma en Ascott la semana que viene.
¡Hasta el reverendo Foxtrott va a encargarse unos! (Y me dicen que han puesto mi foto en el escaparate de LOBB, en St. James Street).
9:15 PM

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